Para empezar, no es muy frecuente que elijan una funeraria en vez de un banco o una joyería para hacerse con un jugoso botín, pero eso es lo que sucedió en Burjassot, una pequeña ciudad cerca de Valencia, en el sur de España.
Y obviamente uno se pregunta, ¿qué quería llevarse el ladrón?.
¿Un féretro último modelo?, ¿un juego de manijas de plata para transportar a alguien a su último destino?
Es más, uno puede preguntarse si se trataba de un robo para uso personal o para reventa en el mercado negro.
La muerte y otras sorpresas
Todo esto no es nada comparado a lo que pasó cuando la policía se hizo presente en la funeraria Crespo, escenario del delito.
Acorralado, el ladrón se hizo pasar por muerto, pero tropezó con algunas dificultades.
Primero que no había ningún féretro a mano.
Lo resolvió con imaginación de ladrón metiéndose en un expositor de cristal para cadáveres, pero sucede que también los muertos tienen su etiqueta.
Para empezar, y por definición, no respiran.
Pero además, suelen vestirse con su mejor traje dominguero, como para dejar este mundo en la mayor de las glorias.
La policía no tardó en advertir que el muerto respiraba y que su ropa tenía algo entre desaliñado y zaparrastroso que no convenía a su condición de finado.
Las fuerzas del orden procedieron a detenerlo, pero todavía no han podido aclarar uno de los principales misterios: ¿qué quería llevarse de la funeraria?
0 Comments:
Post a Comment