jueves, 23 de julio de 2009

Un prisionero importante en la Segunda Guerra Mundial

En el año 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, en el campo de concentración de Sachsenhausen un prisionero de los alemanes pide reunirse con los oficiales a cargo del lugar. Dice tener una información muy valiosa.
Aceptan escucharlo con cierta desconfianza, y el preso empieza a hablar. Los alemanes no se imaginaban la valiosa noticia que iban a recibir.
Según este informante, Yakov Dzhugashvili, un simple teniente ruso que también se encontraba como prisionero de guerra en ese lugar, era en realidad Yakov Stalin, el hijo del mismísimo Josef Stalin, si, del Stalin dictador soviético.
A los nazis se les pusieron los ojos como platos de la impresión y no creían la noticia.
Yakov Dzhugashvili, capturado dos años antes en la Batalla de Smolensko, había logrado mantener oculta su identidad durante todo ese tiempo, sin que ninguno de los internos lo delatara.

Después de meses tratando de pasar desapercibido entre los prisioneros de guerra, la suerte de Yakov cambió de un día a otro. Una riña con un compañero de celda, hizo que se revelara su tan guardado secreto, hasta llegar a las más altas esferas nazis, que desde ese momento hicieron todo lo posible por quebrar su voluntad y convertirlo a la causa alemana. Eso hubiese sido un tremendo golpe para la moral soviética.

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Yakov Stalin al ser descubierto

Y bueno, lo que pasó es que Yakov resultó ser un soldado fiel a la causa soviética que se mantuvo firme y estoico en su ideología y a su padre.
Lo que si hicieron los alemanes, fue una sesión fotográfica –obligado, obviamente- a Yakov con uniforme de oficial de las SS y las enviaron a Moscú como método propagandístico.

En cualquier caso, Stalin no tenía un buen concepto de su hijo Yakov y pensaba que se había entregado fácilmente a las fuerzas alemanas. A esto se sumaba el hecho de que había anunciado duras medidas contra todos aquellos soldados rusos que se rindieran o fueran capturados, incluso decretó que se arrestaría y castigaría a sus familias. En este caso, el dirigente soviético hizo una excepción y no se arrestó a sí mismo, sino que envió a prisión a la mujer de Yakov, o sea a su propia nuera.
Yakov Stalin murió el 15 de Abril de 1943, y hasta hoy en día su muerte sigue rodeada de misterio. Los últimos archivos desclasificados dicen que murió abatido por los guardias del campo de Sachsenhausen, del que intentó escapar, pero recientes investigaciones aseguran que se trató de un suicidio. Dicen que Yakov se arrojó voluntariamente sobre las vallas electrificadas de la prisión.

En el libro “La insoportable levedad del ser”, su autor, el checo Milan Kundera topa ligeramente la muerte de Yakov. Cuenta que compartía su celda con altos oficiales británicos, y que su deceso se debió a que no sabía soportar las agudas críticas que le hacían, ya que era descuidado en su aseo personal, y entre otras cosas siempre dejaba el retrete sucio por lo que era objeto de continuas burlas. Kundera dice que se suicidó en las alambradas de puro orgulloso. Así pues, tal y como lo afirma literalmente el afamado escritor, "el hijo de Stalin dio su vida por la mierda”.
Tal vez Kundera debió decir ¿el insoportable peso del apellido? Se escucha mejor, verdad?
Curiosamente, el general Von Paulus, al que Stalin no quiso canjear, sí se convirtió a la causa soviética y fue utilizado durante años como elemento propagandista por el régimen de Moscú.

Fuente: sentado-frente-al-mundo.blogspot.com

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