jueves, 21 de febrero de 2008

La ruina de los jugadores de la NBA

image Latrell Sprewell está en la ruina. Los medios estadounidenses se hicieron ayer eco de la noticia de que el ex escolta de la NBA ha tenido que vender su casa de Milwaukee para poder pagar los 1,3 millones de dólares que acumula en deudas. No deja de ser curioso que un jugador cuyas ganancias en su carrera se estima que llegaron a los 96 millones de dólares pase por apreturas económicas, más aún cuando en 2005 decidió retirarse desechando una oferta de 21 millones por tres temporadas de Minnesota "porque esa oferta no me satisface, tengo que dar de comer a mis hijos" . Pero lo de Sprewell no es un caso aislado, ni mucho menos. Hace varias semanas, un representante de la Asociación de Jugadores de la NBA acudió a Toronto para impartir una conferencia sobre cuestiones financieras a la plantilla de los Raptors. En esa conversación salió a relucir un dato espeluznante. El 60% de los jugadores de la Liga está arruinado cinco años después de concluir su carrera profesional, algo increíble si se tiene en cuenta que el salario medio en esta competición es de seis millones de dólares anuales.
Roy Hinson, ex jugador de la NBA y perteneciente a esa misma asociación, cree que ese porcentaje puede ser algo exagerado, pero reconoce que "es cierto que hay mucha gente que pasa apuros serios cinco años después de colgar la camiseta. El problema es que hay jugadores que tienen muchos coches, muchas mansiones, cuidan de sus familias, de sus amigos... y llega un momento en el que los cheques dejan de llegar". Sin embargo, hay jugadores en activo como Jason Kapono que sí que se creen esos porcentajes. "He visto a jugadores de la NBA que tienen dos coches distintos para conducir cada día. Sí, 14 coches. ¡Es absurdo! Puedes tener una familia numerosa, pero ¿14 coches?", se pregunta el tirador de los Raptors, al tiempo que añade que "muchos jugadores tienen problemas porque quieren que todo el mundo que les rodea tenga el mismo nivel de vida que ellos. Entran en un círculo vicioso. A uno de esos amigos le compras una mansión y acto seguido te dirá que, con esa casa, necesita un coche de lujo. Cuando lo tenga pedirá ropa cara, dinero para ir a los mejores restaurantes... Es el efecto bola de nieve. Yo he visto muchos casos de estos".
Los casos de jugadores arruinados una vez terminada su carrera son numerosos y de todo tipo, pero el que más destaca es el de Scottie Pippen. El fiel escudero de Michael Jordan, seis veces campeón de la NBA y elegido entre los 50 mejores jugadores de la historia, ha dilapidado los cerca de 120 millones de dólares que ganó en su carrera, llegando a jugar recientemente dos partidos en Finlandia para hacer algo de caja. A Pippen los negocios no le han ido nada bien. En los últimos cinco años ha perdido 27 millones de euros en inversiones y los acreedores se le amontonan tras fracasar su idea de crear unas aerolíneas privadas con su nombre. En 2000, perdió otros 17 millones cuando su asesor personal financió varios negocios ruinosos con ese dinero. Además, Pippen es el único ser humano que estos años no ha hecho negocio con el ladrillo, pues en 2007 vendió su mansión de 5.700 metros cuadrados por dos millones menos de los que pagó en 2000.
También es sangrante el caso de Jason Caffey, que ganó 29 millones de dólares en una carrera de ocho años que concluyó en 2003 y que el año pasado se declaró en bancarrota, además de pedir protección ante el gran número de acreedores que le acosaban, entre ellos siete mujeres con las que ha tenido ocho hijos. Caffey se vio obligado a empeñar sus dos anillos de campeón de la NBA (10.000 dólares) y un Dodge Charger (34.000) y a pedir a su madre un préstamo de 50.000 dólares para pagar las pensiones alimenticias. Pero para caso curioso de ruina, ése es el de Manute Bol. El que fuera una de los iconos de la NBA de los 80, con su 2,31 de altura, perdió todo su dinero tras financiar a una de las facciones de la perenne guerra civil que vive su país, el movimiento rebelde armado de liberación, y para subsistir tuvo que participar en combates de boxeo e incluso fue portero de un equipo de hockey sobre hielo. A día de hoy, con su salud muy castigada (sufrió un grave accidente de coche y sufre artritis) subsiste en una casa alquilada en los suburbios de Khartoum, capital de Sudán, con sus dos esposas, un hijo y otros catorce parientes.
Durmiendo en el pabellón Lo más curioso del caso es que hay jugadores que se arruinan incluso mientras juegan en la NBA, mientras su fuente de ingresos sigue intacta. Es el caso de Kenny Anderson, el que fuera uno de los mejores bases de la Liga en los 90, que en la temporada del cierre patronal, 1998-99, declaró que se veía obligado a vender uno de los coches de su flota de lujo al no cobrar su sueldo de tres meses. El jugador reconoció posteriormente que tenía ocho coches, entre ellos un Porsche, un Lexus y un Range Rover y que había vendido un Mercedes. Más recientemente es recordado el caso del pívot de Denver Nene Hilario, que en enero de 2006, con un sueldo anual de dos millones de dólares, descubrió que su cuenta bancaria estaba en números rojos, según él porque su mánager metía demasiado la mano en sus ahorros. Tampoco deja de tener su aquél el caso de Andray Blatche, pívot de Washington, del que se dice que llegó a dormir cinco noches en el pabellón de los Wizards porque se había gastado todo su dinero y no podía pagar el alquiler.
Llueve sobre mojado Puede que alguno piense que esta tendencia al despilfarro es fruto de los nuevos tiempos, de la llegada a la NBA de jóvenes sin apenas estudios, de la cultura gangsta. Nada más lejos de la realidad. Dos de los protagonistas de los legendarios duelos entre Celtics y Lakers de los años 80, Cedric Maxwell y Michael Cooper, pasaron por serios apuros económicos, aunque se recuperaron gracias a sus actuales trabajos relacionados con el baloncesto. "No sólo competíamos en la cancha. También lo hacíamos en el vestuario a la hora de tener el mejor coche, la mejor casa o el mejor traje", recuerda Maxwell, mientras Cooper añade que "no teníamos límites. Vivíamos al día. Pensábamos que el dinero iba a durar siempre".
Tampoco una superestrella del calibre de Charles Barkley se libró de estas apreturas. "El día después de ser elegido en el draft me compré seis coches. Moses Malone y Julius Erving me cogieron en el vestuario y me dijeron que devolviera cinco. Devolví dos Mercedes, dos BMW y uno de los Porsches. Pese a todo, tras cuatro años en la Liga estaba arruinado por culpa de uno de mis asesores. Además, cuando alguien te pide ayuda es muy difícil decir que no, sobre todo cuando eres negro. He prestado millones de dólares a personas que no he vuelto a ver en mi vida. Si no lo haces te dicen tío, ya no eres de los nuestros. Te crees mejor que nosotros. Cuando eres joven, esas cosas te llegan al corazón. Al final, tuve que dejar de ayudar a mis compañeros. Lo hice cuando uno de ellos me pidió dinero por cuarta vez para el funeral de su abuela. Le tuve que decir, ¿pero cuantas abuelas tienes?".
Pese a que parezca lo contrario, el espíritu de camaradería está muy presente en la NBA. Hace años, Shaquille O'Neal corrió con todos los gastos del funeral del mítico George Mikan porque su familia no podía hacerlo, Allen Iverson se negó a denunciar a un miembro del cuerpo técnico del los Sixers que le robó una fuerte suma de dinero de su taquilla (ni siquiera le pidió que se lo devolviera), mientras que se dice que Isiah Thomas corre con los gastos de escolarización de los hijos de dos antiguos All Stars con los que ni siquiera llegó a coincidir en Detroit. Son jugadores y ex estrellas que a día de hoy pueden permitirse esos dispendios. ¿Y dentro de cinco años?

Latrell Sprewell está en la ruina. Los medios estadounidenses se hicieron ayer eco de la noticia de que el ex escolta de la NBA ha tenido que vender su casa de Milwaukee para poder pagar los 1,3 millones de dólares que acumula en deudas. No deja de ser curioso que un jugador cuyas ganancias en su carrera se estima que llegaron a los 96 millones de dólares pase por apreturas económicas, más aún cuando en 2005 decidió retirarse desechando una oferta de 21 millones por tres temporadas de Minnesota "porque esa oferta no me satisface, tengo que dar de comer a mis hijos" . Pero lo de Sprewell no es un caso aislado, ni mucho menos. Hace varias semanas, un representante de la Asociación de Jugadores de la NBA acudió a Toronto para impartir una conferencia sobre cuestiones financieras a la plantilla de los Raptors. En esa conversación salió a relucir un dato espeluznante. El 60% de los jugadores de la Liga está arruinado cinco años después de concluir su carrera profesional, algo increíble si se tiene en cuenta que el salario medio en esta competición es de seis millones de dólares anuales.
Roy Hinson, ex jugador de la NBA y perteneciente a esa misma asociación, cree que ese porcentaje puede ser algo exagerado, pero reconoce que "es cierto que hay mucha gente que pasa apuros serios cinco años después de colgar la camiseta. El problema es que hay jugadores que tienen muchos coches, muchas mansiones, cuidan de sus familias, de sus amigos... y llega un momento en el que los cheques dejan de llegar". Sin embargo, hay jugadores en activo como Jason Kapono que sí que se creen esos porcentajes. "He visto a jugadores de la NBA que tienen dos coches distintos para conducir cada día. Sí, 14 coches. ¡Es absurdo! Puedes tener una familia numerosa, pero ¿14 coches?", se pregunta el tirador de los Raptors, al tiempo que añade que "muchos jugadores tienen problemas porque quieren que todo el mundo que les rodea tenga el mismo nivel de vida que ellos. Entran en un círculo vicioso. A uno de esos amigos le compras una mansión y acto seguido te dirá que, con esa casa, necesita un coche de lujo. Cuando lo tenga pedirá ropa cara, dinero para ir a los mejores restaurantes... Es el efecto bola de nieve. Yo he visto muchos casos de estos".
Los casos de jugadores arruinados una vez terminada su carrera son numerosos y de todo tipo, pero el que más destaca es el de Scottie Pippen. El fiel escudero de Michael Jordan, seis veces campeón de la NBA y elegido entre los 50 mejores jugadores de la historia, ha dilapidado los cerca de 120 millones de dólares que ganó en su carrera, llegando a jugar recientemente dos partidos en Finlandia para hacer algo de caja. A Pippen los negocios no le han ido nada bien. En los últimos cinco años ha perdido 27 millones de euros en inversiones y los acreedores se le amontonan tras fracasar su idea de crear unas aerolíneas privadas con su nombre. En 2000, perdió otros 17 millones cuando su asesor personal financió varios negocios ruinosos con ese dinero. Además, Pippen es el único ser humano que estos años no ha hecho negocio con el ladrillo, pues en 2007 vendió su mansión de 5.700 metros cuadrados por dos millones menos de los que pagó en 2000.
También es sangrante el caso de Jason Caffey, que ganó 29 millones de dólares en una carrera de ocho años que concluyó en 2003 y que el año pasado se declaró en bancarrota, además de pedir protección ante el gran número de acreedores que le acosaban, entre ellos siete mujeres con las que ha tenido ocho hijos. Caffey se vio obligado a empeñar sus dos anillos de campeón de la NBA (10.000 dólares) y un Dodge Charger (34.000) y a pedir a su madre un préstamo de 50.000 dólares para pagar las pensiones alimenticias. Pero para caso curioso de ruina, ése es el de Manute Bol. El que fuera una de los iconos de la NBA de los 80, con su 2,31 de altura, perdió todo su dinero tras financiar a una de las facciones de la perenne guerra civil que vive su país, el movimiento rebelde armado de liberación, y para subsistir tuvo que participar en combates de boxeo e incluso fue portero de un equipo de hockey sobre hielo. A día de hoy, con su salud muy castigada (sufrió un grave accidente de coche y sufre artritis) subsiste en una casa alquilada en los suburbios de Khartoum, capital de Sudán, con sus dos esposas, un hijo y otros catorce parientes.
Durmiendo en el pabellón Lo más curioso del caso es que hay jugadores que se arruinan incluso mientras juegan en la NBA, mientras su fuente de ingresos sigue intacta. Es el caso de Kenny Anderson, el que fuera uno de los mejores bases de la Liga en los 90, que en la temporada del cierre patronal, 1998-99, declaró que se veía obligado a vender uno de los coches de su flota de lujo al no cobrar su sueldo de tres meses. El jugador reconoció posteriormente que tenía ocho coches, entre ellos un Porsche, un Lexus y un Range Rover y que había vendido un Mercedes. Más recientemente es recordado el caso del pívot de Denver Nene Hilario, que en enero de 2006, con un sueldo anual de dos millones de dólares, descubrió que su cuenta bancaria estaba en números rojos, según él porque su mánager metía demasiado la mano en sus ahorros. Tampoco deja de tener su aquél el caso de Andray Blatche, pívot de Washington, del que se dice que llegó a dormir cinco noches en el pabellón de los Wizards porque se había gastado todo su dinero y no podía pagar el alquiler.
Llueve sobre mojado Puede que alguno piense que esta tendencia al despilfarro es fruto de los nuevos tiempos, de la llegada a la NBA de jóvenes sin apenas estudios, de la cultura gangsta. Nada más lejos de la realidad. Dos de los protagonistas de los legendarios duelos entre Celtics y Lakers de los años 80, Cedric Maxwell y Michael Cooper, pasaron por serios apuros económicos, aunque se recuperaron gracias a sus actuales trabajos relacionados con el baloncesto. "No sólo competíamos en la cancha. También lo hacíamos en el vestuario a la hora de tener el mejor coche, la mejor casa o el mejor traje", recuerda Maxwell, mientras Cooper añade que "no teníamos límites. Vivíamos al día. Pensábamos que el dinero iba a durar siempre".
Tampoco una superestrella del calibre de Charles Barkley se libró de estas apreturas. "El día después de ser elegido en el draft me compré seis coches. Moses Malone y Julius Erving me cogieron en el vestuario y me dijeron que devolviera cinco. Devolví dos Mercedes, dos BMW y uno de los Porsches. Pese a todo, tras cuatro años en la Liga estaba arruinado por culpa de uno de mis asesores. Además, cuando alguien te pide ayuda es muy difícil decir que no, sobre todo cuando eres negro. He prestado millones de dólares a personas que no he vuelto a ver en mi vida. Si no lo haces te dicen tío, ya no eres de los nuestros. Te crees mejor que nosotros. Cuando eres joven, esas cosas te llegan al corazón. Al final, tuve que dejar de ayudar a mis compañeros. Lo hice cuando uno de ellos me pidió dinero por cuarta vez para el funeral de su abuela. Le tuve que decir, ¿pero cuantas abuelas tienes?".
Pese a que parezca lo contrario, el espíritu de camaradería está muy presente en la NBA. Hace años, Shaquille O'Neal corrió con todos los gastos del funeral del mítico George Mikan porque su familia no podía hacerlo, Allen Iverson se negó a denunciar a un miembro del cuerpo técnico del los Sixers que le robó una fuerte suma de dinero de su taquilla (ni siquiera le pidió que se lo devolviera), mientras que se dice que Isiah Thomas corre con los gastos de escolarización de los hijos de dos antiguos All Stars con los que ni siquiera llegó a coincidir en Detroit. Son jugadores y ex estrellas que a día de hoy pueden permitirse esos dispendios. ¿Y dentro de cinco años?

1 Comment:

Kullman said...

El texto de la entrada esta duplicado (es lo malo de copiar-pegar).

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